Los paladines de la Reforma(Parte #5)

luteroMartín Lutero

“Entonces, finalmente, Dios tuvo misericordia de mí, y comencé a entender que la justicia de Dios es el don de Dios mediante el cual un hombre justo vive, es decir, fe, y que esta oración –la justicia de Dios se revela en el evangelio– es pasiva, indicando que el Dios misericordioso nos justifica por fe, como está escrito: ‘El justo por la fe vivirá’.

Por: Pablo Clase hijo

Martín Lutero, hijo de montañés y de ascendencia campesina, sano y dotado de vitalidad, fue aquel teólogo alemán, sacerdote de la Orden de San Agustín, que inició en el siglo XVI la mayor revolución religiosa de la historia del cristianismo: la Reforma protestante. Por este movimiento una gran parte de Europa se negó a obedecer al Papa, dando origen a las iglesias protestantes o evangélicas. El disgusto con la Iglesia católica llegó a un punto crítico el 31 de octubre de 1517. Ese fue el día en que Lutero, profesor universitario, clavó en la puerta de la Iglesia de Wittenburg, Alemania, sus 95 tesis. En ellas criticaba a la Iglesia por vender indulgencias con el objeto de reconstruir, con los fondos obtenidos, la Basílica de San Pedro en Roma. (Según los vendedores, una indulgencia garantizaba a la persona la entrada inmediata al cielo a la hora de morir, como recompensa por la contribución económica a la Iglesia).
Pero Lutero rechazaba cualquier doctrina o práctica religiosa que no tuviera una base bíblica.

Solo por fe
Ya desde sus años juveniles, había estudiado con ahínco la Biblia y, en especial, la Epístola a los Romanos. Aquí la palabra ‘justificación’ le hizo comprender que el hombre puede librarse de la condenación. Sobre todo, vio que lo que hacía al hombre aceptable delante de Dios era simplemente la fe. La fe era un don, y por la fe en Cristo, el hombre era justificado y salvado. Día y noche meditaba sobre la importancia del versículo Romanos1:17, que dice: “La justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. Según expresa en un prefacio a sus obras en latín: “Entonces, finalmente, Dios tuvo misericordia de mí, y comencé a entender que la justicia de Dios es el don de Dios mediante el cual un hombre justo vive, es decir, fe, y que esta oración –la justicia de Dios se revela en el evangelio– es pasiva, indicando que el Dios misericordioso nos justifica por fe, como está escrito: ‘El justo por la fe vivirá’.

Luego sentí como si hubiera nacido enteramente de nuevo y hubiera entrado al paraíso por puertas que habían sido abiertas de par en par”.
Con este descubrimiento, nació una nueva teología.

Sus 95 tesis
El fraile Lutero aceptó, pues, la fe en Cristo como el medio de obtener el perdón y la salvación eterna. Y esto explica su actitud de protesta, cuando llegaron los dominicos a Wittenberg a vender las indulgencias, como gracia concedida por la Iglesia para perdonar los pecados. Amigos y cercanos de Lutero reconocían en su manera de proceder, enérgica y sin reservas, los presagios de un tumulto. El fogoso monje fue a la iglesia de Wittenberg, y en la puerta fijó, a martillazos, sus 95 tesis contra la venta de indulgencias. La hora era oscura y decisiva para el fraile alemán; había comenzado una guerra contra el poder más fuerte de la tierra.

Excolmugado y Perseguido
El Papa invitó a Lutero a ir a Roma, pero Lutero remitió al Papa su obra “Sobre la libertad cristiana”, que le valió, por fin, la excomunión. La obstinación de una y otra parte desvanecía la mejor posibilidad de reconciliación. Había empezado la Reforma protestante. Aquellas ideas tuvieron, pues, severas consecuencias para Lutero. Además de ser excomulgado por el Papa, fue desterrado por Carlos V, por ser un “hereje pusilánime”. Afortunadamente, el príncipe de Sajonia, Federico III el Sabio, lo protegió y le dio asilo en el castillo de Wartburg; también le facilitó medios para trabajar en la traducción de la Biblia del latín a un alemán comprensible para el pueblo. El tenor de sus 95 tesis era que, basta arrepentirse por los pecados cometidos y acercarse a Dios por la fe en Jesucristo para alcanzar la salvación.